En este libro se reúnen dos relatos acerca de dos madres jóvenes y solas, que luchan por sus hijos en una Cuba asfixiada por la opresión. A lo largo de una noche, la protagonista de La noche al revés rememora las otras muchas que han poblado su desdicha y, al mismo tiempo, el viaje de su hija hacia la libertad en unos brazos ajenos. A lo largo de esta sola noche, la memoria y el agradecimiento son los mejores aliados de esta mujer que lo ha perdido todo, salvo la ternura y la fe en la vida. Un amor griego tiene como punto de partida la efímera relación amorosa entre Zé, una adolescente, y un marino mercante griego, también muy joven, en La Habana de los años setenta. A lo largo de los años, esta historia de juventud acompañará a la protagonista por medio de la crianza de un hijo, nacido de aquel amor. Sólo la presencia activa y constante de las mujeres de la familia de Zé hará que la crianza sea gozosa; y sólo el talento de su hijo Petros, amorosamente protegido, le permitirá viajar a Grecia con la esperanza de encontrar a quien fuera su gran pasión.
Zoé Valdés nos presenta el retrato de dos mujeres cuyo combate por sus hijos impregna y justifica toda su existencia. En La noche al revés, la solución de la madre pasará por entregar a su hija a unos amigos e imaginarla mientras crece en la distancia hasta que se produzca el reencuentro. En Un amor griego, la madre deberá encargarse de su hijo en una sociedad que le vuelve la espalda por no tener un hombre a su lado. La presencia de los hijos en la vida de ambas es tan fuerte que transforma su cotidianidad y el entorno en que les ha tocado vivir. No importa que los hayan tenido cuando eran muy jóvenes, casi niñas, y en condiciones extremadamente difíciles. Tampoco importa si crecen a miles de kilómetros o en la habitación contigua. La voluntad de salvaguardar a sus respectivos hijos permite que otra forma de existir, más luminosa, sea posible para cada una de estas humildes heroínas.
La escritora nos recuerda que «ser mujer implica armarse de coraje para cualquier conflicto venidero» y, en consonancia con esta afirmación, las protagonistas de este libro consiguen sobrevivir en una sociedad corrompida gracias a una determinación implacable, movidas por el amor materno. Y, en una nueva manifestación de su singular talento narrativo, Zoé Valdés transforma así la sombría cotidianidad de unas vidas desgarradas en un canto de esperanza.
Zoé Valdés es filóloga de formación. Entre 1983 y 1988, trabajó en la UNESCO y en la Oficina Cultural de Cuba en París. En 1988 regresó a Cuba, donde participó en el movimiento pictórico del país, trabajó como guionista y fue subdirectora de la revista Cine cubano. Desde el 22 de enero de 1995 vive exiliada en Francia. En 1996 recibió la nacionalidad española y fue distinguida con el título de caballero de las Artes y las Letras que otorga el gobierno de Francia. En el 2001 recibió las Tres Llaves de la ciudad de Miami y en el 2012 fue condecorada con la medalla Grand Vermeil de la ciudad de París.
La publicación en 1995 de La nada cotidiana supuso un definitivo espaldarazo a su carrera literaria y la obra apareció inmediatamente traducida por prestigiosas editoriales de todo el mundo. A esta narración le siguió Te di la vida entera (1996), novela con la que quedó finalista del premio Planeta. Otras obras destacadas de la autora son Sangre azul (1987), finalista del premio de novela erótica La Sonrisa Vertical, Café Nostalgia (1997), Milagro en Miami (2001), El pie de mi padre (2002), y el volumen de cuentos Traficantes de belleza (1998). En el 2003 ganó la VIII edición del premio Fernando Lara con Lobas de mar. En el 2004 publicó Los misterios de La Habana. Aquel mismo año ganó el premio de novela Ciudad de Torrevieja con La eternidad del instante. Más recientemente ha publicado la novela La cazadora de astros (2007) y el ensayo novelado La ficción Fidel (2008). Su último libro hasta la fecha es La Habana, mon amour, publicado en el 2015 por la editorial Stella Maris.
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Zoe Valdés me ha gustado siempre, así que no creo que me defraude ahora...solo tengo que sacar más tiempo, y es que como el conejo blanco: ¡no hay tiempo, no hay tiempo, no hay tiempo! jaja
ResponderEliminarUn beso
Yolanda