De la autora de La pequeña comunista que no sonreía nunca, una novela descarnada y emotiva sobre el abuso, el maltrato, la traición y la vergüenza
Finalista del Premio Goncourt 2020
Premio Landerneau des Lecteurs
Premio de Novela de los estudiantes France Culture - Télérama
Cléo tiene trece años en 1984. ¿Su sueño? Hacerse bailarina. A la salida de la clase de baile en la Casa Municipal de la Cultura, en el extrarradio de París, una mujer refinada le habla de las ventajas de una beca que puede concederle sus deseos y la deslumbra con los atractivos del lujo. No se trata de un cuento de hadas, sino de una añagaza sexual a la que contribuirá la propia adolescente. Tal es el tema central de Zozobrar, una novela de intenciones mucho más amplias y generales, que se adentra en la vida cotidiana de una familia de la clase media, se cuela, entre bastidores, en los espectáculos de variedades de la década de 1990 o en las militancias de por entonces y va siguiendo, testimonios mediante, el itinerario de una mujer callada y preñada de culpabilidad que sigue adelante a toda costa.Lola Lafon: «La depredación sexual es sistémica»
De la autora de La pequeña comunista que no sonreía nunca, una descarnada y emotiva novela sobre las niñas atrapadas en las redes de la pedofilia
1984. A Cléo, de trece años, que lleva con sus padres una existencia modesta en el extrarradio parisino, le proponen un buen día una beca, que concede una misteriosa Fundación, para conseguir su sueño: llegar a ser bailarina de modern jazz. Pero en lo que cae es una trampa, un comercio sexual, en la que queda atrapada y a la que lleva a otras colegialas.
2019. Aparece en Internet un fichero de fotos, la policía busca testigos entre las que fueron víctimas de la Fundación. Bailarina profesional ya, Cléo se percata de que un pasado que no acaba de pasar ha vuelto a bus- carla y de que ya es hora de plantarle cara a su doble carga de víctima y de culpable.
Zozobrar va recorriendo las diversas etapas del destino de Cléo a través de la mirada de quienes la conocieron, mientras su personaje se difracta y se recompone sin parar, a imagen y semejanza de nuestras identidades mutantes y de los misterios que las rigen.
Lola Lafon, al pasar revista a los abusos desde el enfoque de la fractura social y racial, brinda aquí una candente reflexión acerca de los callejones sin salida del perdón al tiempo que rinde homenaje al mundo de los es- pectáculos populares de variedades, donde las sonrisas se contratan y las pestañas postizas son de rigor: erotismo y sufrimiento del cuerpo, magia del escenario y de los bastidores del dolor.
https://www.adnovelas.com/libro/zozobrar/
LOLA LAFONT
Novelista y música, procedente de una familia franco-ruso-polaca, LOLA LAFON (1974) es autora de cinco novelas; entre otras, La pequeña comunista que no sonreía nunca, galardonada con numerosos premios literarios, y Mercy, Mary, Patty.
En el ámbito de la música, tiene en su haber dos álbumes: Grandir à l’envers de rien y Une vie de voleuse.
ENTREVISTA DE FRÉDÉRIQUE ROUSSEL PARA LIBÉRATION
¿La idea de Zozobrar se le ocurrió después del #Me- Too o ya estaba pensando en ella antes?
Mi primera novela fue ya la historia de una violación. Creo que esta la he estado escribiendo treinta años. Arranca de un acontecimiento personal que carece de interés; lo mío es la ficción. Me gusta esta frase de Bar- thes: «La escritura es un compromiso entre una liber- tad, una historia y un recuerdo». Me parece fundamental la existencia del #MeToo, pero desde el momento en que institucionaliza un único relato entierra todos los demás. Un tribunal seguro que habría considerado culpable a Cléo con circunstancias atenuantes.
¿Por qué la agresión sexual queda apenas sugerida?
Cuando ocurre, Cléo tiene trece años. Queda en estado de pasmo. No quería poner al lector en un contexto de explotación de un cuerpo adolescente. No quería caer en la pornografía. Hay que estar con Cléo. Y lo importan- te es lo que de esto queda.
¿Se inspiró en algún suceso que tuviera que ver con muchachas víctimas y ganchos a un tiempo?
Me interesa cómo se llega a la participación. Hubo un suceso en Inglaterra al que la cadena ARTE dedicó una serie que estaba muy bien, La infamia (Three girls). Una muchacha llora durante una entrevista no por lo que le hicieron, sino por el rencor que se guarda a sí misma por haber arrastrado a otras. Reflexioné sobre el hecho de no conseguir perdonarse. Era complicado expresarlo al escribir. En última instancia partí de una frase de mi edi- tor: «Esta historia tiene que ser una espina clavada». Al retratar a las personas que conocieron a Cléo no debía olvidarse nunca lo que había ocurrido. Pensé continuamente en esa sensación de algo pegado al pie. Se puede seguir andando, pero se nota en cuanto lo apoyas. Era un desafío narrativo esa forma en que Cléo existe entre líneas en la vida de los demás. Y ella está atrapada en los trece años para toda la eternidad.
¿Le gusta que vayan a más las miradas, el coro?
Lo colectivo tiene sentido para mí. No creo que exista una historia individual. No tiene sentido en términos de violencia sexual, no se trata de tu historia, mi historia, su historia, es una historia que se repite porque es sistémica, tiene sus raíces en una forma de funcionamiento del mundo. La depredación sexual no aparece porque sí.
El texto se vive desde dentro y como a distancia.
Lo aprendí con el baile: estar al tiempo dentro por com- pleto, en el centro de uno mismo, y simultáneamente proyectarse del todo hacia fuera. Incluso cuando se tie- ne la impresión de estar haciendo de más, no basta. Así que hago siempre dos diarios al escribir. Uno que se su- pone que es un guion y otro más, un replanteamiento de lo que estoy haciendo.
¿La forma es lo primordial?
La forma me apasiona mucho más que lo que digo o dejo de decir. Al volver a leer las notas que voy acumu- lando sobre lo que me preocupa, me he dado cuenta de que estaba ya en ellas toda la novela por venir, pero des- perdigada. Llega un momento en que adquiere sentido. Y me digo: déjate ya de malabarismos y ve a lo esencial. Tanto en la música como en el baile y en la literatura, la cosa no funciona cuando se nota demasiado el esfuer- zo. Me gusta alisar la escritura, aligerar. Aligerar, para que deje de verse el trabajo.
Cléo víctima... y culpable.
Una de mis obsesiones es la de la colaboración pasiva, por inadvertencia. Durante el confinamiento, leí La es- pecie humana de Robert Antelme. Esa forma en que un hombre se adapta y se vuelve poco a poco un jefe. Pero me cuesta mucho leer cosas sobre el Holocausto. Soy judía asquenazí y gran parte de mi familia desapareció en los campos de concentración. He reflexionado mu- cho acerca de eso. Colocarse en varias longitudes de onda y varias identidades repercute en la forma en que se aborda la narración. Hay algo muy «diaspórico» en mi forma de ver la novela.
¿Cómo lo explica?
No hay raíces. No tengo un lugar. Cuando leo, y con mucha admiración, a los escritores arraigados, muy franceses en lo referido a la tierra, los orígenes, la casa en el pueblo de sus abuelos, siento que me falta algo. Me remite a un vacío total. Lo que entiendo es lo que escriben los desarraigados. No es solo una cuestión de lugar, es también la forma de concebir el relato. Me da la impresión de que cuando sabes volverte hacia ti, tu familia, tu pasado, las representaciones mentales se construyen de determinada forma. Me da la impresión de que, cuando no hay tumbas y hay vacío total, las co- sas tienen continuamente forma de puzle. En Zozobrar la imposición —me gustan las imposiciones—― era no salirse de París.
Es mi primera novela francesa francesa [y la sexta novela].
Y hablar de la clase media.
No se trata de que no haya dinero. Es no atreverse a en- trar en un museo, verse excluido de las conversaciones, no estar en posesión de los códigos. Lo que me intere- saba era ver cómo su origen social repercute en Cléo. Siempre es la proletaria de alguien. Los explotadores son los que saben cosas, los que tienen buen gusto. Ella no puede describirse a sí misma por razones de origen social. Describirse no deja de ser una cuestión de clase.
¿Por qué Zozobrar?
Me encanta ese verbo. Lo gracioso es que Mercy, Mary, Patty estuvo a punto de llamarse Zozobradas. Efectiva- mente hay zozobra; no naufragio, pero sí varias zozobras. Me gusta escribir sobre los vuelcos que detienen el trascurso de las cosas, que obligan a pensar, a tomar postura.
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«Una novela hermosa e intensa». Le Figaro «Una investigación entre los bastidores del espectáculo. O un relato sobre el perdón. De hecho, un bellísimo retrato de mujer, ni más ni menos». La Voix du Nord «Infinitamente turbadora y muy lograda». Sud-Ouest AdNovelas.com twitter @adnovelas instagram @adnovelas |