¡26 DE AGOSTO EN LIBRERÍAS!
Una novela que mezcla con talento la Historia con mayúsculas con las pequeñas historias cotidianas, haciendo resonar la voz de Trina, que se mantiene fiel a sus pasiones de juventud,
con valentía e independencia.
La nueva voz de la literatura europea da vida a la historia
TODA HISTORIA NECESITA A ALGUIEN QUE LA CUENTE
TODA HISTORIA NECESITA A ALGUIEN QUE LA CUENTE
Cuando la guerra llega a la puerta de casa o se produce una inundación, la población huye.
Al menos, eso es lo que hace la mayoría de la gente, pero no Trina, una mujer fuerte y obstinada.
Las palabras son la única arma de esta maestra decidida; palabras elegidas con cuidado para escribir a su hija desaparecida, con la esperanza de que un día vuelva; palabras que cuentan el destino de una familia en tiempos convulsos; palabras para expresar la fidelidad a los ideales de juventud y a la resistencia.
Marco Balzano construye una novela cálida e intensa que mezcla la Historia en mayúsculas con las pequeñas historias cotidianas y en la que resuena la voz de Trina, una mujer inolvidable.
Premio Mediterranée
Premio Baguta
Preio Asti d'Appello
Premio Rigoni Stern
Premio Campiello
Finalista del premio Strega
MÁS INFORMACIÓN SOBRE LA NOVELA.*Premio Baguta
Preio Asti d'Appello
Premio Rigoni Stern
Premio Campiello
Finalista del premio Strega
MARCO BALZANO
Marco Balzano, nacido en Milán en 1978, es profesor y escritor, au- tor de la novela L’ultimo arriva- to (Sellerio), con la cual ganó el Premio Campiello 2015. Su nue- va novela, Me quedo aquí (Duo- mo) se sitúa en el Tirol del Sur, tierra fronteriza, durante la épo- ca del fascismo, cuando Mussoli- ni les arrebató a los habitantes de Curon Venosta incluso el derecho a hablar su propia lengua, desterró el alemán y hasta hizo cambiar los nombres de las lápidas en el ce- menterio. Trina, sin embargo, no
se rinde. La protagonista de la novela, madre consumida por la desaparición de su hija y maestra decidida, es una mujer fuerte y obstinada, que no vacila a la hora de escapar a las montañas con su marido desertor. Durante su huida de la guerra, la única arma de defensa que posee Trina son las palabras: palabras elegidas con cuidado para escribir a la hija desaparecida, con la esperan- za de que un día vuelva; palabras para dar voz a su dolor, y al do- lor colectivo, contando página tras página la trágica historia de Curon Venosta, el pueblo sumergido bajo el embalse que unificó los tres lagos del territorio. Incluso hoy día se ve, en el lago artifi- cal de Resia, el campanario del pueblo que ya no existe.
se rinde. La protagonista de la novela, madre consumida por la desaparición de su hija y maestra decidida, es una mujer fuerte y obstinada, que no vacila a la hora de escapar a las montañas con su marido desertor. Durante su huida de la guerra, la única arma de defensa que posee Trina son las palabras: palabras elegidas con cuidado para escribir a la hija desaparecida, con la esperan- za de que un día vuelva; palabras para dar voz a su dolor, y al do- lor colectivo, contando página tras página la trágica historia de Curon Venosta, el pueblo sumergido bajo el embalse que unificó los tres lagos del territorio. Incluso hoy día se ve, en el lago artifi- cal de Resia, el campanario del pueblo que ya no existe.
Marco Balzano, nos cuenta como le llegó la inspiración para su novela..
LA HISTORIA DESCONOCIDA DE CURON VENOSTA
La inspiración, para mi novela 'Me quedo aquí'.
La inspiración, para mi novela 'Me quedo aquí'.
Cuando nos acercamos al lago, mi hija empezó a tirarme con insistencia del brazo y a hacerme preguntas. Pero yo tampoco lo entendía. No entendía qué hacía un campanario sobre el espejo que era aquel lago. La luz se reflejaba en círculos en el agua, la playa estaba a rebosar de personas que tomaban el sol, jugaban a palas o nadaban cerca de la orilla.
«Como en la pintura metafísica pensé. Como en los cuadros de De Chirico: un elemento extraño en un contexto real.»
Pero aquello no era metafísica. Bajo aquellas aguas debía de estar la base de la iglesia y en los campos de alrededor, los escombros y los cimientos de un pueblo borrado del mapa.
No es fácil explicarle a una niña de tres años qué es la destrucción, así que eludí aquella secuencia infinita de «¿Por qué?» farfullando algo con la intención de distraerla. Hasta que ella me soltó la mano.
No creo en los flechazos, ni en el amor ni en la escritura. Pero cuando vi aquel pueblo sumergido, experimenté la repentina certeza de que tenía una historia delante de mí: lo único que deseaba era saber si sería capaz de contarla.
Así que empecé a investigar y fui a hablar con los pocos testigos que aún quedaban de aquellos sucesos. Y cuanto más descubría, más cuenta me daba de que el Alto Adigio era como aquel lago espejeante: bajo la calma aparente borboteaba la agitación.
La destrucción del pueblo fue el último acto de un largo periodo violento que afectó no solo a Curon, sino a toda la región. Allí, en 1921, empezó el periodo fascista; allí llegó Hitler des- pués del 8 de septiembre; allí se vivieron los primeros atentados terroristas. Y es allí donde deberíamos acudir a pasar cuentas para reflexionar sobre qué son el fascismo, la identidad, la unidad de un país, el progreso y las consecuencias dramáticas que casi siempre tienen en el paisaje y las personas: todo eso bajo las verdes montañas, los geranios que adornan los balcones, los pueblecitos limpios y ordenados es el Alto Adigio. Un lugar que nos concierne y que habla de nosotros.
Así que empecé a investigar y fui a hablar con los pocos testigos que aún quedaban de aquellos sucesos. Y cuanto más descubría, más cuenta me daba de que el Alto Adigio era como aquel lago espejeante: bajo la calma aparente borboteaba la agitación.
La destrucción del pueblo fue el último acto de un largo periodo violento que afectó no solo a Curon, sino a toda la región. Allí, en 1921, empezó el periodo fascista; allí llegó Hitler des- pués del 8 de septiembre; allí se vivieron los primeros atentados terroristas. Y es allí donde deberíamos acudir a pasar cuentas para reflexionar sobre qué son el fascismo, la identidad, la unidad de un país, el progreso y las consecuencias dramáticas que casi siempre tienen en el paisaje y las personas: todo eso bajo las verdes montañas, los geranios que adornan los balcones, los pueblecitos limpios y ordenados es el Alto Adigio. Un lugar que nos concierne y que habla de nosotros.
Y de esa forma, el tema del embalse pasó a formar parte de la novela, porque la historia arranca precisamente en 1921, cuando irrumpen los fascistas e impiden a los habitantes del Tirol del Sur hablar su propia lengua, trabajar y vestirse como les parece.
Los hechos que cuento, pues, son reales.
No lo son, en cambio, los personajes de la historia.
Trina es una maestra de primaria que no puede dar clase porque Mussolini se lo impide. Así que lo hace a escondidas, arriesgándose al exilio, en las katakombenschulen, las escuelas clandestinas, donde los niños de la época aprendían alemán, la lengua que de repente ya no podían hablar.
Los hechos que cuento, pues, son reales.
No lo son, en cambio, los personajes de la historia.
Trina es una maestra de primaria que no puede dar clase porque Mussolini se lo impide. Así que lo hace a escondidas, arriesgándose al exilio, en las katakombenschulen, las escuelas clandestinas, donde los niños de la época aprendían alemán, la lengua que de repente ya no podían hablar.
Es una muchacha dispersa pero tenaz, que se enamora y se casa con Erich, un joven cuyos horizontes están comprendidos entre las montañas. Trina se convierte en una mujer y madre que ve cómo le arrebatan a su hija al empezar la guerra. Es a ella a quien se dirige Trina. Es a ella a quien le cuenta la historia. Cuando empiezan de verdad las obras para construir el embalse, Erich adopta el papel de líder, pero a veces le faltan las palabras para hacerse entender y entonces recurre a su mujer.
Esa resistencia para defender el pueblo y ese don Quijote de montaña que lucha junto a su mujer contra una multinacional y contra la indiferencia del Estado no han existido nunca. Al menos, no como yo los cuento. Pero como no se escribe solo para pasar cuentas con la historia, sino también para redimir el cinismo y la violencia insensata, me atrajo la idea de imaginar a alguien con el valor necesario para plantarse, para salir a la calle a exponer a gritos sus argumentos: alguien con el valor necesario para quedarse cuando todos los demás huyen. Exactamente como no sucedió entonces y como no sucede la mayoría de las veces que nos roban, que nos expropian o que destruyen un es- pacio que nos pertenece. Erich y Trina, en cambio, se quedan. Incluso cuando las palabras ya no bastan. Incluso cuando el destino ya ha decidido.
Esa resistencia para defender el pueblo y ese don Quijote de montaña que lucha junto a su mujer contra una multinacional y contra la indiferencia del Estado no han existido nunca. Al menos, no como yo los cuento. Pero como no se escribe solo para pasar cuentas con la historia, sino también para redimir el cinismo y la violencia insensata, me atrajo la idea de imaginar a alguien con el valor necesario para plantarse, para salir a la calle a exponer a gritos sus argumentos: alguien con el valor necesario para quedarse cuando todos los demás huyen. Exactamente como no sucedió entonces y como no sucede la mayoría de las veces que nos roban, que nos expropian o que destruyen un es- pacio que nos pertenece. Erich y Trina, en cambio, se quedan. Incluso cuando las palabras ya no bastan. Incluso cuando el destino ya ha decidido.
Ahora que he escrito esta historia, me sorprendo a menudo pensando en aquel día de verano en que fui a parar por casualidad a Curon. Estoy convencido de que si aquella mañana, mientras contemplaba el lago, hubiese ya imaginado a Erich y a Trina, habría estado en condiciones de responder a los «¿Por qué?» de mi hija. Y explicarle qué es la destrucción no me habría dado tanto miedo.
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