sábado, 17 de octubre de 2020

NO TODOS LOS HOMBRES HABITAN EL MUNDO DE LA MISMA MANERA / JEAN PAUL DUBOIS / ADNOVELAS.*

 

NO TODOS LOS HOMBRES HABITAN EL MUNDO DE LA MISMA MANERA

PREMIO GONCOURT 2019. El premio literario más importante de Francia.


 Paul Hansen lleva dos años cumpliendo condena en la prisión provincial de Montreal. Comparte celda con Horton, un Ángel del Infierno encarcelado por asesinato.

Rebobinemos: Hansen es el encargado del Excelsior, un edificio residencial donde ejerce sus talentos de conserje, vigilante y factótum y, lo que es más, repara almas y consuela al afligido. 

Cuando no está ayudando a los vecinos del Excelsior o realizando tareas de mantenimiento de las instalaciones, pasa el tiempo con Winona, su compañera, en cuyo aeroplano suben juntos el cielo y vuelan por encima de las nubes. 

Pero las cosas no tardan en cambiar. Al Excelsior llega un nuevo gerente y, con él, los conflictos. Hasta que sucede lo inevitable.


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La cárcel del río

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Lleva una semana nevando. Desde la ventana, miro la noche y escucho el frío. Aquí, el frío suena. Es un ruido peculiar y desagradable, se diría que el edificio está atrapado en una mordaza de hielo y emite un lamento agonizante como si es­ tuviera sufriendo y resquebrajándose por efecto de la retrac­ ción. A estas horas, la cárcel está dormida. Al cabo de un tiempo, cuando te has acostumbrado a su metabolismo, pue­ des oírla respirar en la oscuridad como si fuera un animal enorme, toser a veces, e incluso tragar. La cárcel se nos traga, nos digiere y, encogidos en su vientre, agazapados entre los pliegues numerados de sus tripas, entre dos espasmos gástri­ cos, tratamos de dormir y vivir como podemos.

El centro penitenciario de Montreal, al que llaman «de Bordeaux» porque lo construyeron sobre el terreno que anti­ guamente ocupaba un barrio homónimo, se encuentra en el número 800 del bulevar de Gouin Ouest, en la linde del río Des Prairies. 1357 reclusos. 82 ejecutados en la horca hasta 1962. Antiguamente, antes de que se edificara este universo de retención, debía de ser un lugar espléndido, con todos sus abedules, arces, zumaques de Virginia y hierbas altísimas de las que los animales salvajes dejan tumbadas a su paso. Hoy en día, los únicos supervivientes de esa fauna son las ratas y los ratones. Y como son desconsiderados por naturaleza, han 

repoblado este mundo cerrado, hecho de sufrimiento enjau­ lado. Parecen adaptarse perfectamente a la reclusión y la co­ lonia no ha dejado de extenderse en todas las alas de los edi­ ficios. Por la noche, se oye claramente cómo los roedores se afanan en las celdas y los pasillos. Para impedir que entren, encajamos periódicos enrollados y ropa vieja debajo de la puerta o delante de las trampillas de ventilación. Pero no hay forma. Entran, se cuelan, se deslizan y hacen lo que tienen que hacer.

Al tipo de celda en el que vivo lo llaman «condo», de con- dominium, que significa «piso». Si este espacio merece que lo ridiculicen con este vocablo irónico es porque cuenta con una superficie un poco mayor que la del modelo estándar, que lo­ gra comprimir la humanidad que nos queda en unos seis me­ tros cuadrados.

Una litera, dos ventanas, dos banquetas sujetas al suelo, dos mesillas, un lavabo y un váter.

Comparto este reducto con Patrick Horton, un hombre y medio que lleva la historia de su vida tatuada en la piel de la espalda (Life is a bitch and then you die) y la de su amor por las Harley Davidson en el arco de los hombros y la parte su­ perior del pecho. Patrick está en espera de juicio tras el asesi­ nato de un ángel del infierno, un Hells Angel perteneciente al capítulo de Montreal al que derribaron sus amigos por sospe­ char que colaboraba con la policía. Patrick está acusado de participar en esa ejecución. Dadas sus intimidantes propor­ ciones y su pertenencia a esa mafia motera que cuenta en su haber con un magnífico muestrario de crímenes y asesinatos, todo el mundo se aparta respetuosamente delante de Horton, como si fuera un cardenal, cuando deambula por los corre­ dores del sector B. Como es sabido que comparto la intimi­dad de su celda, me basta con chupar rueda para gozar del mismo respeto que este nuncio singular.

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JEAN PAUL DUBOIS

Jean-Paul Dubois nació en 1950 en Toulouse, donde reside actualmente. Periodista de profesión, empieza a escribir crónicas deportivas en el periódico Sud-Ouest. Tras pasar por las secciones de tribunales y de cine en Le Matin de Paris, en 1984 comienza a escribir grandes reportajes para Le Nouvel Observateur. Examina con bisturí los Estados Unidos en sus crónicas "L'Amérique m'inquiète" (1996) y "Jusque-là tout allait bien en Amérique" (2002). En su faceta de escritor, Jean-Paul Dubois es autor de numerosas novelas, algunas de las cuales se han publicado en España ("Elogio del zurdo", "Está de broma, señor Tanner"). En Francia ha ganado el premio France Télévisions por "Kennedy et moi", así como el premio Femina y el premio de novela Fnac por "Una vida francesa". Por "No todos los hombres habitan el mundo de la misma manera" fue galardonado con el Premio Goncourt 2019.


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