miércoles, 25 de abril de 2012

GEPTALON I (la esfera) de MANUEL GARCÍA TRISTANTE

EL LIBRO
 Miguel, Tom y Elizabeth son tres jóvenes amigos que de pronto se ven transportados al país de Llort, un mundo fantástico de tintes medievales donde el malvado hechicero Geptalon lleva demasiado tiempo con su tiranía. Solo ellos, los Salvadores, pueden derrotarlo. Para ello deberán destruir los tres pedazos del corazón de Geptalon ocultos en diferentes objetos mágicos. El primero se encuentra en La Esfera, un poderoso artefacto que roba el espíritu de todos los brujos y acaba poco a poco con sus vidas.
Comienza así un viaje lleno de aventuras y personajes inolvidables, plagado de peligros como los odiosos Drupts, ejército personal de Geptalon que intentarán acabar con el Elegido. ¿Podrán lograr su objetivo los tres amigos, entre tantos imprevistos, impedimentos, traiciones, y los sueños de Geptalon que azotarán a Miguel para dejarlo sin fuerzas?

EL AUTOR 
 Este joven de diecinueve años ha crecido en un barrio y una familia humilde. Estudió en el I.E.S La Sagra y se especializó en el Bachiller de Artes, en la Escuela de Artes y Oficios de Huéscar. Hoy día estudia en el Grado en Bellas Artes en la Universidad de Granada.
Desde  niño ha sido un apasionado de la lectura y la escritura, a ello dedicado su tiempo libre, de donde sacó sus primeros relatos cortos.
Su primer libro, Geptalon I (La Esfera), fue escrito en 2007, a la edad de quince años. La Esfera pertenece a la primera parte de una tetralogía repleta de aventura, misterio e intriga.

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EDICIONES ATLANTIS 

Y BAJO PEDIDO EN CUALQUIER LIBRERÍA

MAS INFORMACIÓN SOBRE EL AUTOR EN SU BLOG
http://manuelgarciatristante.blogspot.com.es/p/el-farolero-de-la-luna-llena.html 

PARA EL QUE LE APETEZCA LEER EL PROLOGO DEL LIBRO ..
 

Prólogo:
El Pacto
E
l suelo se resquebrajó como una tormenta en plena noche llena de electricidad, en medio de tanta oscuridad. Unas escaleras comenzaron a materializarse desde la abertura de la superficie hasta el mismo centro del corazón de la Tierra.
Un ser descendió por ellas ataviado con ropajes grises y muy harapientos. Iba muy serio. Descendía muy deprisa, nervioso por algo.
De repente se escuchó un gran estruendo proveniente del centro de la Tierra, y una gran llamarada de fuego ascendió hacia la hendidura del suelo, dirigiéndose también hacia aquel hombre, que, moviendo las manos, apagó el fuego de golpe, convirtiéndolo en hielo.
Seguido del fuego todo se volvió color rojo muy oscuro, como sangre, pero a la vez intercalado con matices grises, y la temperatura se elevó. Comenzaron a escucharse miles de chillidos como de seres diminutos, pero endiablados, y movimientos de hachas entrechocando entre sí que cada vez se oían más fuertes…
Miles de seres horrendos, enanos, previstos de hachas y lanzas muy afiladas, con los cuerpos repletos de púas, corrían hacia él, que, con aire altanero, dando patadas, se deshizo de ellos, hasta que llegó abajo.
Allí lo recibieron dos seres el triple de grandes que él, robustos, con grandes lanzas envenenadas, que le frenaron el paso. Eran imponentes. Sus cuerpos grandes y curvados, negros, mutilados, repletos de cicatrices, no parecieron asustarlo lo más mínimo. Él no tenía nada de que temer.
—¡¿Qué quieres para osar venir aquí?! —preguntó uno de los seres con voz agria, apuntándolo con la lanza.
El hombre le apartó la lanza de un manotazo, sonrió con malicia y exclamó:
—¡Yo soy Geptalon, el brujo más grande que ha existido y habrá! ¡¡Y NO NECESITO EXPLICARME PARA NADA!! Así que, ¡¡ABRID PASO!!
Pero ninguno se movió, lo que irritó a Geptalon que levantó un brazo con la mano abierta, retorció un poco la muñeca, y los dos seres salieron ardiendo.
Y, con una risa malévola, Geptalon se abrió paso. Descendió los dos últimos escalones y anduvo por entre pequeños monstruos que se bañaban en fuego, que torturaban almas humanas, que avivan el fuego del infierno…
No sabía hacía dónde iba. Buscaba a alguien desconocido, a alguien que no conocía de nada, sólo su nombre: Zustril, el mismísimo diablo, el rey de los Infiernos Oscuros de Muerte, el ser que lo podía ayudar para conseguir sus objetivos…, o matarlo. Pero no sabía cómo le iba a recibir…
De pronto saltó un ser descomunal de piernas marrones tirando para negro, de largas uñas, interrumpiéndole el paso. Medía por lo menos diez metro de alto. Tenía cuerpo humano, pero a la vez era híbrido, algo indescriptible, pero podía adoptar cualquier forma. Geptalon lo miró; imponía respeto, pero no se asustó lo más mínimo. Él no tenía por qué temer.
—¡¿Eres Zustril?! —preguntó, tajante, sin dar rodeos.
—¿Quién lo busca? —Y de pronto aquel enorme ser encogió de tamaño hasta ponerse a la altura de Geptalon. Y sacó una espada muy afilada en la que relució el fuego…—. ¡Lucha conmigo, maldito!
Esto no sentó muy bien a Geptalon. Pero en seguida hizo aparecer una espada y se enfrascaron en una lucha… a muerte, mientras todos los monstruos los contemplaban, riéndose.
Geptalon no desistió a pesar de que su contrincante era el doble de fuerte y mejor con la espada que él.
La lucha se fue extendiendo más de lo debido, hasta que se fueron acercando a un precipicio en llamas, donde estaba el Corazón de la Tierra. Allí, Zustril desarmó a su oponente y lo tumbó en el suelo poniéndole un pie encima, con la mitad del cuerpo asomando al precipicio, pero Geptalon no desistió.
Y, para asombro de todos, Zustril le tendió una mano a Geptalon y lo ayudó a erguirse.
—¡Ven, acompáñame! —le urgió, y se encaminó hacia una gran puerta de piedra—. ¡Y vosotros, malditos monstruos, seguid trabajando! —gritó a sus secuaces. Y les lanzó una bocanada de fuego. Aquello seres corrieron y siguieron con sus labores, aterrados.
Geptalon lo siguió muy sorprendido por lo que veía: «Yo tengo que ser más grande y poderoso que Zustril —pensó—. Fíjate, ¡todos le temen!»
Entraron por la puerta a una pequeña cueva donde todo estaba hecho de fuego; sillas, mesas…, incluso las mismas paredes. Zustril se sentó en una gran silla, y pareció no quemarse. Le ofreció asiento a Geptalon, pero este prefirió quedarse en pie, por su salud.
—Bueno, y, ¿a qué has venido? —inquirió Zustril, ceñudo, enseñando sus fieros colmillos.
—Quiero hacer un pacto contigo —informó Geptalon, con media sonrisa—. Quiero que me des la información necesaria para construir una esfera, una esfera robadora de almas, con la que pueda matar a todo el mundo, y con la que pueda resucitar a todo aquel que me apetezca, como crear mi propia banda de guerreros que me protejan.
Zustril pareció meditar rascándose el mentón. Lo miró de soslayo.
—Sabes que no puedo dar eso así porque sí…
—Sí, lo sé. Haré lo que esté a mi alcance… ¡Lo que me pidas para conseguir lo que necesito!
—Sólo te pido, no ahora, sino cuando me haga falta, que me hagas cualquier favor, y así podremos sellar el pacto.
Geptalon asintió, complacido. No podía negarse.
Zustril se puso en pie. Sacó un viejo libro escondido en la pared, y se lo entregó a Geptalon.
—Aquí está todo lo que necesitas. —Se volvió y sacó un pergamino de la pared junto a una pluma—. Hazte un corte, y con tu sangre firma este papel. Es el contrato en el que se dice que para sellar el pacto me debes de hacer un favor.
Geptalon cogió la pluma, y se hizo un corte en la muñeca con ella. La llenó de sangre y firmó. Entregó el papel a Zustril, y, para asombro de Geptalon, lo quemó y se echó a reír.
—Así queda el pacto…, por ahora, sellado.
Geptalon recogió el libro y corrió hacia la superficie sin pensárselo dos veces. Allí alzó los brazos hacia el cielo, chocó las manos, y desapareció en la oscuridad de la noche.
Geptalon apareció en un lugar tétrico, oscuro, sobre una montaña, donde abrió el libro y lo leyó en voz baja para después gritar.
—¡Aquí, y hoy, comienza mi tiranía!
El cielo se llenó de truenos y relámpagos…
Y un gran haz de luz amarilla cubrió todos los lugares de aquel planeta, y las gentes se estremecieron: sabían que había empezado la Nueva Era, la Era de la Muerte, la Era de Geptalon, la Era del Exterminio…
MANUEL GARCÍA TRISTANTE ©2011


Después de esto, si os han quedado más ganas de leer, haceos con el libro.


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