jueves, 25 de junio de 2015

PROMESAS DE ARENA de Laura Garzón


‘Y es que hay palabras que nunca deberían pronunciarse. Tú no debiste decirlas, y yo no debí escucharlas. Pero las escuché’.

La ópera prima de Laura Garzón entra por la puerta grande de la literatura española. Merecedora del II Premio Internacional de Narrativa Marta de Mont Marçal, Promesas de arena es un thriller romántico con un telón de fondo tan actual como pueda ser el del conflicto palestino-israelí. Laura Garzón nos adentra en un campo de refugiados de la Franja de Gaza para hacernos comprender que, allá donde la tragedia se masca a diario, también puede surgir el amor.



Promesas de arena narra la historia de Lucía Álvarez de Castro, una asistente social madrileña que en 2005, cansada de la frivolidad de la sociedad española, se une a un grupo de cinco voluntarios para trabajar durante seis meses en el campamento de refugiados palestinos de Rafah, en plena Franja de Gaza. Todos los miembros de esa expedición son jóvenes idealistas que quieren hacer algo útil con sus vidas, pero enseguida descubrirán que la cruda realidad de los territorios ocupados supera con creces cuanto habían imaginado y que, en realidad, no son más que unos ingenuos que, por primera vez en sus vidas, conocerán de cerca el dolor. De la mano David Sutherland (director de operaciones de la ONU) La Agencia de la ONU para los refugiados se llama ACNUR, Andy Wilder (jefe de operaciones), Hamid (médico del campamento) y Fathia (enfermera perteneciente a una tribu de nómadas beduinos), Lucía descubrirá que en la Franja de Gaza no hay lugar para la indecisión y lentamente abandonará a la niña que todavía hay en ella para convertirse en una mujer de armas tomar.

‘¿A qué has venido? ¿A jugar a salvarnos, a socorrer a los pobres moritos? La cristiana con conciencia social quería sentirse importante y pasa sus vacaciones en este desierto de mierda para poder contar luego sus aventuras a los amiguitos. ¡Aquí los niños juegan a morir y mueren jugando! Me has visto hacerlo, ¡coge la aguja y da tres puntos a esa herida! Aprende, todos hacemos de todo. Lo que podemos, lo que nos dejan, lo que parece imposible. ¿Vas entendiendo, españolita?’.

En ese campamento, Lucía tendrá que arremangarse y, aun siendo asistenta social, trabajar incluso como enfermera, y vivirá experiencias que le harán comprender la importancia del amor en el desarrollo humano, como cuando consigue salvar a una niña de cinco años (Amina) que, habiendo visto cómo sus padres morían sepultados bajo los escombros de una casa derruida por la aviación israelí y habiendo ella misma perdido las ganas de vivir, consigue recuperar la salud gracias a un pollito al que tiene que cuidar. 


Pero Lucía no sólo crecerá como ser humano, sino que también lo hará como mujer. Porque en ese campamento conocerá a Hayzam Kenway, a quien todos llaman Halcón, un hombre misterioso que sólo se mueve por sus propios intereses y que, si ahora ayuda a los refugiados, mañana informará a los israelíes sobre los mejores lugares para bombardear. Pese a la amoralidad de esta especie de mercenario/espía, Lucía se enamorará perdidamente de él y se entregará al amor con los ojos cerrados.

‘Sí, eras muy astuto. No en vano te llamaban Halcón. Yo aún no sabía que ese era el significado de tu nombre, pero realmente parecías un halcón: hacías cualquier cosa para lograr tus fines (…). Eras arrogante, por no decir intimidante, soberbio, pero también atractivo, encantador y peligroso. Todas las cooperantes hablaban de ti —en cualquier idioma—. Con todas coqueteabas y, si te lo permitían, me imaginaba que mucho más. No eras mi tipo. Esa actitud de machito-perdonavidas y donjuán me repateaba. Aunque a todas nos halaga que nos ronden y tu descaro era tan flagrante que me hacía gracia en cierta forma. Tú no enmascarabas tus intenciones, ibas directo al grano’.

Todo se complicará cuando Lucía descubra que Hayzam, un hombre capaz de realizar las acciones más bondadosas segundos antes de realizar las más indignas, en verdad está casado con la enfermera beduina Fathia, embarazada de él, y que su falta de escrúpulos llega al punto de ser capaz de dar las coordenadas de un hospital lleno de civiles para que el ejército israelí lo bombardee. Seis años después, cuando ella haya rehecho su vida con un médico (Jasón) y cuando el hijo de Hayzam ya haya crecido, el Halcón reaparecerá para llevársela con él.

Con todos estos elementos compone Laura Garzón un thriller romántico de carácter político que enamorará a los corazones más sensibles y que fascinará a aquellos lectores que busquen un libro cargado de actualidad. En definitiva, una ópera prima que nos anuncia la llegada de una autora con una capacidad narrativa francamente interesante.

La vida en la Franja: 
Promesas de arena es una novela de actualidad en la que se nos detalla la realidad geopolítica de un territorio tan sensible para la paz mundial como la Franja de Gaza. Además de mostrarnos la estupefacción con la que la protagonista se enfrenta a la vida cotidiana en esa área de Oriente Medio donde la vida discurre por el sendero contrario al de la tranquilidad occidental, la autora hace un repaso histórico a los acontecimientos más recientes del país y contribuye al debate sociopolítico con una narración en la realidad y ficción se dan la mano.
La aventura de la protagonista arranca en 2005, cuando coge un avión rumbo a la Franja, y enseguida sumerge al lector en el día a día de un campo de refugiados. Los niños corriendo por las calles, los piojos devorando a los cooperantes, los miembros de Hamás haciendo incursiones en el campamento, los soldados israelíes mofándose de los palestinos, las razzias de los aviones matando a la población civil y otros muchos elementos convierten Promesas arena en un documento de excepcional valor histórico. 

‘Era mediados de julio y el polvo se masticaba, no había ni una sola calle asfaltada y estábamos rodeados por tiendas y chamizos improvisados con los materiales más dispares. Por todas partes había tremendos agujeros y socavones. Según caminábamos nos íbamos adentrando en un laberinto de callejas estrechas con casas en ruinas, sin ningún trazado urbanístico’.


A medida que pasan los meses, la protagonista va comprendiendo mejor la política que domina la zona y, con sus explicaciones, ayuda al lector a tomar partido en dicho conflicto. Laura Garzón nos explica las consecuencias del triunfo de Hamás en las elecciones de 2006, así como la situación de sus opositores de Al Fatah, las consecuencias de las rupturas de las treguas y las reacciones de las tropas israelíes ante los bombardeos con misiles Qaasam desde los territorios ocupados.

‘A mediados de junio el ejército israelí, cansado de los hostigamientos cada vez más audaces y frecuentes de los misiles Qaasam palestinos, rompió definitivamente la tregua establecida y respondió con fuego de artillería alcanzando una concurrida playa de Gaza y matando a varios civiles. Desde que en marzo se había constituido el Gobierno de Hamás se habían sucedido los enfrentamientos con el anterior partido en el poder, Al Fatah, que había firmado el alto el fuego con Israel durante su mandato. El lanzamiento de los misiles era más un acto de rebeldía contra las negociaciones de paz y una provocación a la facción contraria que una agresión a Israel, dado que su eficacia bélica dejaba bastante que desear’

Promesas de arena es una novela que no sólo nos entretendrá con la historia de amor que sus páginas alberga, sino que además nos acercará a un conflicto político y bélico que, a partir de ahora, veremos con otros ojos.

LA AUTORA

Laura Garzón Córdoba es licenciada en Publicidad y RR.PP. Empezó en la revista de la movida madrileña La Luna. Luego publicó varios cuentos infantiles. Es creativa y redactora publicitaria y ha trabajado para diversas multinacionales. Con Promesas de arena ha sido galardonada con el Premio Internacional de Narrativa Marta de Mont Marçal 2015.


FRAGMENTOS DEL LIBRO

-La impronta: ‘En las primeras semanas de un voluntario hay un punto de inflexión que determina su trayectoria. Es el momento en que se produce la «impronta». Cuando por primera vez te identificas con algo o con alguien y descubres tu impotencia, descubres que ni eres un superhéroe ni eres Dios y resulta que te es imposible solucionar todo lo que pensabas o salvar a ese niño que tienes en los brazos. Los veteranos y los lugareños lo saben muy bien, de ahí su alto índice de acierto en las apuestas sobre los novatos. Solo quienes superan ese momento crítico y asumen sus limitaciones se convierten en los profesionales que precisa el terreno’.

-El frío en Palestina: ‘Estábamos ya a finales de noviembre y hacía un frío de mil demonios. ¿Cómo podía hacer tanto frío en Palestina? Los ancianos miraban el cielo de color panza de burra y auguraban nieve en los próximos días. Lo que en nuestras ciudades siempre es un fenómeno meteorológico hermoso allí, sin calles asfaltadas, sin combustible suficiente y sin generadores para todos, podía ser una tragedia’.

-El problema de la ablación femenina: ‘Yo no podía apartar la vista de una mujer con el cuerpo prácticamente cerrado salvo por un pequeño orificio para evacuar la orina y la menstruación’.

-Las tribus beduinas: ‘En su mayoría mujeres y niños de corta edad. Los hombres solían ausentarse para explorar, asegurar los recorridos y evitar cuidadosamente las patrullas. Pueden moverse por el Néguev con los ojos cerrados. Son sus tierras y llevan generaciones recorriéndolo. Aunque ya quedaban muy pocas tribus nómadas. Las hostilidades y las restricciones israelíes los estaban obligando a abandonar sus costumbres y volverse sedentarios’.

-La transformación de la protagonista: ‘¿De qué Lucía podía hablarle? De la ingenua que llegó a los campos, de la enamorada, de la decepcionada, de la rota por el dolor…, de la que quedó sepultada en las ruinas de aquel hospital o de la que se perdió y fue hallada en el desierto y no se reconocía a sí misma’.

-Los bombardeos israelís: ‘La realidad era que los bombardeos no distinguían objetivos, dado que la inteligencia israelí sabía que Hamás escondía armamento y cohetes en hogares e instalaciones civiles. Eso, evidentemente, no se contaba a la prensa’.





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