I
El puente
Desde siempre el viejo, que digo viejo... viejísimo puente, ha despertado en mi un sentimiento que nadie, solo el, ha sido capaz de entender.
Es un puente de piedra con solo dos ojos. Dice la gente que lo construyeron los romanos, no sé si será cierto, tampoco se lo he preguntado nunca; y es que "mi puente" y yo solemos hablar.
Sentado bajo sus arcos escucho en silencio... le oigo lamentarse...me consta que solo lo hace conmigo.
Se queja de que ya está muy mayor, que apenas siente las caricias del agua al pasar por sus ojos. No sé cómo explicarle que aquel arroyo que le atravesaba ya no existe; tan solo en invierno y si este es muy lluvioso, un reguero de agua pasa por debajo de el. Visto desde la otra cara se podría pensar que mi puente llora.
Incluso sus piedras han perdido el color, le veo pálido, la maleza a modo de úlceras ha crecido entre sus grietas y en algunas partes el paso del tiempo ha dejado escaras en su superficie.
Para intentar animarle le describo el entorno donde está enclavado, el maravilloso paisaje del que el mismo forma parte, pero él se lamenta diciendo que no puede verlo...que sus ojos cansados solo sirven para acumular los sedimentos que el viento, y en ocasiones los hombres, dejan allí abandonados. Que molestias debe tener, imagino que será parecido a cuando a mi me salta alguna mota de polvo a los ojos.
El caso es que a mi viejo puente lo veo más triste y más cansado día tras día; ya ni mis charlas le animan.
II
Los sanadores
Hoy ha llegado al pueblo un grupo de jóvenes. Chicos y chicas alegres y bullangueros que han ido directamente hacia el puente. Mientras unos limpiaban por dentro de los arcos que le sirven de ojos, otro grupo ha montado una estructura metálica que no me deja ver, tampoco me dejan acercarme.
Aunque retirado intento escuchar por si llega hasta mi algún quejido, alguna muestra de que mi puente está sufriendo daño; pero no oigo nada...es cierto que estos chicos (son de una escuela taller, o al menos eso pone en el furgón que les ha traído hasta aquí) le tratan con mucho mimo y mucho cariño.
Yo les he bautizado como los sanadores de puentes.
Aún estarán varios días durante los cuales no podre acercarme, verle ni escucharle.
III
El nuevo puente
Tras varios días han desmontado la estructura y mi puente parece que ha dejado de ser viejo. La maleza que afeaba sus piedras ha desaparecido, también las úlceras que el tiempo había dejado en su rostro, hasta su color es más saludable. La pena es que han tapado sus ojos con dos mamparas de cristal y ya no podre sentarme dentro de el.
La gente del pueblo dice que es para que no se acumule basura bajo sus arcos...
Aunque no pueda sentarme bajo sus ojos sigo visitando, hablando y escuchando a mi puente.
Esta mucho más feliz y eso se nota en su belleza, solo lamenta no poder sentirme dentro de el me dice, todo a causa de esos enormes vidrios que le colocaron tapando sus ojos.
Yo le consuelo diciéndo que no son vidrios cualquiera, que son gafas para puentes con la vista cansada; que ahora puede ver mejor el paisaje donde se encuentra y que a partir de ahora ya no llorara más hilillos de agua.
Nadie lo ve....solo yo....pero desde entonces... mi puente sonríe.
By Chemaipunto.
28 Abril 2011
El puente
Desde siempre el viejo, que digo viejo... viejísimo puente, ha despertado en mi un sentimiento que nadie, solo el, ha sido capaz de entender.
Es un puente de piedra con solo dos ojos. Dice la gente que lo construyeron los romanos, no sé si será cierto, tampoco se lo he preguntado nunca; y es que "mi puente" y yo solemos hablar.
Sentado bajo sus arcos escucho en silencio... le oigo lamentarse...me consta que solo lo hace conmigo.
Se queja de que ya está muy mayor, que apenas siente las caricias del agua al pasar por sus ojos. No sé cómo explicarle que aquel arroyo que le atravesaba ya no existe; tan solo en invierno y si este es muy lluvioso, un reguero de agua pasa por debajo de el. Visto desde la otra cara se podría pensar que mi puente llora.
Incluso sus piedras han perdido el color, le veo pálido, la maleza a modo de úlceras ha crecido entre sus grietas y en algunas partes el paso del tiempo ha dejado escaras en su superficie.
Para intentar animarle le describo el entorno donde está enclavado, el maravilloso paisaje del que el mismo forma parte, pero él se lamenta diciendo que no puede verlo...que sus ojos cansados solo sirven para acumular los sedimentos que el viento, y en ocasiones los hombres, dejan allí abandonados. Que molestias debe tener, imagino que será parecido a cuando a mi me salta alguna mota de polvo a los ojos.
El caso es que a mi viejo puente lo veo más triste y más cansado día tras día; ya ni mis charlas le animan.
II
Los sanadores
Hoy ha llegado al pueblo un grupo de jóvenes. Chicos y chicas alegres y bullangueros que han ido directamente hacia el puente. Mientras unos limpiaban por dentro de los arcos que le sirven de ojos, otro grupo ha montado una estructura metálica que no me deja ver, tampoco me dejan acercarme.
Aunque retirado intento escuchar por si llega hasta mi algún quejido, alguna muestra de que mi puente está sufriendo daño; pero no oigo nada...es cierto que estos chicos (son de una escuela taller, o al menos eso pone en el furgón que les ha traído hasta aquí) le tratan con mucho mimo y mucho cariño.
Yo les he bautizado como los sanadores de puentes.
Aún estarán varios días durante los cuales no podre acercarme, verle ni escucharle.
III
El nuevo puente
Tras varios días han desmontado la estructura y mi puente parece que ha dejado de ser viejo. La maleza que afeaba sus piedras ha desaparecido, también las úlceras que el tiempo había dejado en su rostro, hasta su color es más saludable. La pena es que han tapado sus ojos con dos mamparas de cristal y ya no podre sentarme dentro de el.
La gente del pueblo dice que es para que no se acumule basura bajo sus arcos...
Aunque no pueda sentarme bajo sus ojos sigo visitando, hablando y escuchando a mi puente.
Esta mucho más feliz y eso se nota en su belleza, solo lamenta no poder sentirme dentro de el me dice, todo a causa de esos enormes vidrios que le colocaron tapando sus ojos.
Yo le consuelo diciéndo que no son vidrios cualquiera, que son gafas para puentes con la vista cansada; que ahora puede ver mejor el paisaje donde se encuentra y que a partir de ahora ya no llorara más hilillos de agua.
Nadie lo ve....solo yo....pero desde entonces... mi puente sonríe.
By Chemaipunto.
28 Abril 2011
Precioso, ...pero desde entonces mi puente sonríe. Cuanta ternura, sentimientos y recuerdos dejan este hermos texto. Cuanto aprendizaje y camino recorrido y por correr.
ResponderEliminarBellas sonrisas, andares gloriosos más letras impregnadas del más fuerte clamor, el que sale del corazón, el que brota sin razón.
Precioso Pepa, gracias por colgar textos de tus amigas, y así los que no lo somos disfrutar a la vez contigo, un fuerte abrazo preciosa!!!