Oscar vive en la confortable finca que, con gran esfuerzo, sus padres han levantado a lo largo de los años. Disfruta de una vida plena, salvo por la falta de otros chicos con los que recrearse en juegos y peripecias. Tan sólo tiene a su hermano pequeño, cuyo único interés se centra en acosar y maltratar a uno de sus perros.
Ajeno a todo lo que se encuentra al otro lado del bosque, espléndido y frondoso que circunscribe las tierras que poseen sus progenitores, pasa sus días ideando mundos divertidos donde poder compartir todas sus inquietudes con otros muchachos.
Pronto, Oscar dará un paso determinante que cambiará el rumbo de todo lo que ansiaba en su vida. Todo lo que sus padres no le contaron, con la sana intención de protegerlo, se reveló contra la familia en un desliz del muchacho.
A partir de aquel trágico momento, el joven, tuvo que luchar por mucho más que por la supervivencia. Luchó hasta por respirar y por poder pensar con libertad.
Muchos esfuerzos resultaron inútiles y vanos, pero hubo uno que, siempre, le mereció la pena, hasta el final:
Aprender
EL AUTOR
Yurai Cocot ha bebido de la influencia de cuatro ciudades donde se ha ido desarrollando en todos los aspectos humanos. Ciudades con idiosincrasias particulares, en las cuales un mismo pensamiento cobraba muy diferentes formas e interpretaciones.
Nació en diciembre de 1976 en una región fría y hermosa en el seno de una amplia familia de clase media. La infancia fue maravillosa en todos los aspectos pues, a su alrededor, tenía todos los estímulos que un niño puede desear: Hermanos mayores que lo enseñaban a madurar regalándole la cultura que, tal vez, ellos acababan de adquirir y protegiéndolo de lo grosero de la vida, sin ocultarle su existencia; Espacios libres lejos de todo peligro donde poder disfrutar de innumerables juegos rodeado de chicos de todas las edades; Cultura en el seno de la familia y amor por el conocimiento; Unos padres que lo criaron en el camino del cariño y la comprensión además de imponer una disciplina objetiva y firme que, si alguna vez pudo aborrecer, agradeció encarecidamente antes de alcanzar la pubertad más rebelde y que, hoy por hoy, lo enorgullece.
Pasó los años educando su fuerte temperamento con la disciplina de las artes. Recorrió España de una Escuela de Artes y Oficios a otra. Sorprendió a extraños y, sobre todo, a propios, con sus aptitudes artísticas. Pero su capacidad crítica y su inclinación a no terminar los proyectos para comenzar otros nuevos, signo del terror inconsciente a no finalizarlos con éxito, lo llevó a no despuntar. Sencillamente, se observó a sí mismo, se gustó y no necesitó exhibirse ante el mundo.
Siguió recorriendo la península de ciudad en ciudad trabajando allá donde hubiera un trabajo hasta poder decir, con absoluta veracidad, que ha vivido en 9 municipios de 6 provincias.
Se había prometido que el arte, al menos el suyo, no estaba en venta. Si acaso, en alquiler. Recordó a Goya que, con los grabados, dejó de vender su arte y lo alquiló en formato de artesanía. Así, él se pudo quedar con las obras originales.
Fue entonces cuando Yurai decidió que el dibujo, la pintura y la escultura, se quedaban en su intimidad, pero que, sin embargo, lo que su pensamiento maquinaba debería llegar allá donde pudiera hacerlo.
En agosto de 2009 decidió comenzar a agrupar en formato de novela todas las inquietudes, dudas y suspicacias que desde los 16 años lo venían atormentando.
Ha escrito cinco novelas y mientras esboza una sexta que nació espontáneamente y ha prometido no continuar hasta la entrada del año 2012.
De todas esas novelas, tan solo ha publicado dos y lo ha hecho por medio de una editorial virtual. Las tres primeras tienen un hándicap, que, a pesar de ser independientes y autónomas, el futuro de la segunda y la tercera depende de que la primera viva con salud en las casas de los lectores. De no ser así, si se publicaran las otras dos, la primera moriría antes de ser leída. Eso lo llevó a publicar “El Universo en la Botella” (la primera) y “Villa Mucenka” (la cuarta).
Con 33 años, Yurai alcanzó las metas que se había propuesto en su juventud. Llegar a la edad idónea (según rezan las escrituras de diversas culturas) habiéndolo intentado. Y lo ha intentado:
· Intentó encontrar el amor y, como todo el mundo, sufrió; como mucha gente, hizo sufrir; y, como casi nadie, encontró el auténtico amor.
· Ha plantado árboles, más de uno.
· Ha alcanzado, con el esfuerzo común del amor, su propio hogar.
· Ha disfrutado, fruto de ese amor, de amar incondicionalmente a otra persona, su hijo (pues en el amor que no es fraternal, filial o maternal, suele haber condición). Aunque insiste en decir que, como su hijo volará del nido, el amor fuerte se lo reserva a su esposa porque, además, se lo merece; Y, por último, ha escrito un libro (Cuatro en realidad)
Se puede fracasar, pero no frustrar. Y alcanzando a hacer lo que había soñado ya se siente un triunfador. En 2010 y antes de su trigésimo cuarto cumpleaños..
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